La absurda actitud de ocultar los problemas debajo de la alfombra se ha perpetuado en el Consejo de ministros de hoy. El gobierno pretende desarrollar una Ley de Publicidad que elimine los anuncios de servicios sexuales tanto de la prensa escrita como de la digital.
La razón argüida para desarrollar esta ley es la de evitar la explotación sexual, no es una mala razón, pero ¿eliminando la publicidad en la prensa de este tipo de servicios se va a acabar con la explotación sexual? Evidentemente no.
Esta medida, claramente populista, simplista, reduccionista y puritana, solo conseguirá que la explotación sexual continúe de un modo menos explícito. Se trata solamente de una medida cosmética y barata, aunque el coste económico que va a suponer a la prensa será considerable.
Aborrezco cualquier tipo de explotación que se ejerza sobre las personas, sobre todo si esta, como es el caso, implica tintes de esclavitud, coacción y violencia.
Eliminar los anuncios de la prensa supone solamente un arañazo superficial al problema. Podría entender esta iniciativa si fuese acompañada por un potente paquete de medidas de carácter policial, asistencial y de reinserción sociolaboral, pero siendo como parece, una sola medida y de tan corto recorrido me resulta de una hipocresía superlativa. Da la sensación de que lo único que pretenden es tranquilizar sus conciencias pensando que con prohibir los anuncios se acaba con la explotación sexual.
Ya lo dijo Rubalcaba hace unos años,"La prostitución es un oficio que por su degradación casi debería prohibirse", parece que esto es lo que realmente les molesta, que la prostitución sea algo visible y evidente, por eso pretenden retirar a las mujeres de las calles y carreteras, no para evitar su explotación sino para que no resulten visibles. Y el problema grave no es la prostitución, el problema de verdad es el proxenetismo, el estado de esclavitud en el que viven la inmensa mayoría de estas mujeres, que se ven obligadas a ejercer la prostitución bajo amenazas, incluso de su propia vida, sin la libertad de elegir su destino, habiendo llegado a esa situación con engaños y falsas promesas de otro tipo de trabajos.
Donde tendría que incidir el esfuerzo del legislador y del ejecutivo es en atacar a las mafias que trafican con personas, mafias vinculadas habitualmente al tráfico de armas y drogas, haciendo especial hincapié en la protección y rescate de esas personas explotadas contra su voluntad, ofreciéndoles planes de reinserción sociolaboral serios y creíbles y, a buen seguro, una vez atajado y reconducido el problema quizás no sea necesario prohibir ningún anuncio.
La prostitución, ejercida libremente, no es el problema, el problema es la explotación sexual.
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