Ojeando mis blogs de cabecera, y el de Carlos Tena es uno de ellos, he encontrado esta semblanza del candidato a la presidencia del gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, y del que será su sucesor al frente del ministerio del interior, Antonio Camacho.
Ha logrado que durante su mandato al frente del ministerio de la Gobernación, llamado eufemísticamente Interior, las torturas que habitualmente se cometían durante la dictadura franquista, hayan continuado (aunque en menor medida) durante otros tantos años.
Sin embargo, los malos tratos y retenciones de hasta diez días en las comisarías y cuartelillos, son suficientes en número y violencia, como para que el Tribunal de los Derechos Humanos, en Estrasburgo, las Naciones Unidas, a través de sus relatores contra esa miserable forma de arrancar confesiones ilícitas (que luego legalizan jueces sin ética ni deontología profesional), y hasta la tibia Amnistía Internacional, hayan llamado a las puertas de la pretendida democracia española, con avisos, expedientes y condenas varias. Algo que a cualquier titular del departamento, siempre que se tratara de una persona decente, le hubiera bastado para presentar su dimisión, o cuando menos, entregar documentos que desmintieran lo demostrado.
Todos los gobiernos españoles, desde que el país se dotó de una Constitución que permite que el Jefe del Estado pueda delinquir, porque no está sujeto a las leyes, han consentido, amparado, disculpado y negado la tortura, aunque a lo largo de 33 años se hayan dictado sentencias condenatorias contra algunos profesionales uniformados (Policías, Guardias Civiles, Ertzainas, Mossos, etc.), que no han bastado para desterrar esa vergonzosa práctica, tal vez imaginando que algún día, el Congreso de los Diputados legalizaría las golpizas y las picanas, los simulacros de violaciones, las bolsas de agua, el juego de la ruleta rusa, las patadas y descargas eléctricas.
Tal ocurrió en EEUU, sin que se hayan producido otras reacciones que elevar la simpatía de los “demócratas europeos” hacia Obama, porque los medios de comunicación han ido justificando, de forma paulatina y torticera, la validez de esos medios inhumanos contra presuntos ciudadanos tildados de terrorismo, sin que se les presuponga inocencia; válida únicamente para artistas y altos cargos (Botín, Ybarra, Alierta, Los Albertos, Farruquito, Ortega Cano, Teddy Bautista) que. de ser condenados, abandonarán el encierro involuntario, merced a la aplicación de determinadas leyes penitenciarias, que también salen a la luz cuando los beneficiados son personas relacionadas con el show business, incluyendo, como es natural, la política y sus miserias monárquicas.
Para colmo, este personaje, nombrará sucesor a su mano derecha, Antonio Camacho, célebre en el mundo entero por el ridículo que hizo ante las cámaras de una televisión extranjera, cuando el redactor le preguntaba por la tortura, teniendo en la mano las pruebas incriminatorias, y el “niñato” de Interior optó por cortar la grabación, sabiendo que le habían pillado sin un solo argumento para desmentir al entrevistador.
Como buen alumno del hombre que negaba la tortura, hoy candidato del PSOE a la presidencia de gobierno, Camacho echó un capote sanguinolento sobre su jefe, que acostumbrado a la mentira, a la simulación y la expresión beatífica de quien dice tener el alma limpia (muy propio de curas y monaguillos onanistas), prepara una receta para salvar a España de la ruina.
Sólo puedo lamentar que este astuto neo franquista (muy peligroso pues para el PP), que quiso acercarse espiritualmente a los acampados del 15-M, al no mandar a sus mesnadas azules para que arrasaran la Puerta del Sol (el primer día fue un lapsus del santanderino), aparezca en el horizonte con un blanquecino nimbo rodeando su rostro y un aura de beato con mala hostia escondida tras los labios, tan sospechosa como repelente, parecida a la del lobo con piel de cordero que prepara un futuro maloliente a las voluntarias ovejitas (que son discípulos) en el que la negación de la tortura, los malos tratos y un período de 10 días de detención incomunicada, serán la prueba del algodón sobre esa monumental broma de mal gusto de que España es un estado de derecho.
Ni Rubalcaba, ni Camacho nos engañan, aunque millones de sus “españoles” se hagan los sordos, ciegos y mudos ante las condenas internacionales.
También somos millones los que sabemos que si su magnífica España es una democracia, los cojones del Borbón son gladiolos.
VEAN AL FUTURO MINISTRO DEL INTERIOR
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