Extraído de "Impresiones mías", el blog de Víctor J. Sanz.
El domingo 19 estuve en las calles, estuve en las plazas, y sabed políticos, sabed banqueros, he visto democracias que vosotros no creeríais. Democracias en las que el pueblo tenía verdaderamente la palabra, ese vehículo único de la democracia que vosotros banalizáis e inutilizáis. La gente pedía la palabra, y con ella ejercía la democracia. La pedía la gente joven y la gente mayor, esos supervivientes de tantas luchas y contrariedades que envidian la oportunidad de indignarse que ahora aprovechan los jóvenes y que ellos tal vez nunca tuvieron.
Pero el domingo no estuvieron en las calles todas las víctimas del actual sistema feudal de dominación social. Faltaron muchas víctimas, tanto presentes como futuras. Muchas víctimas de las presentes que no tienen garantizado el acceso a los recursos necesarios para mantenerse mínimamente informados. Muchas de las presentes que ni tan siquiera saben que tienen el derecho y el deber de indignarse.
En cuanto a las víctimas futuras, faltaron a las concentraciones las personas que teniendo una situación económica, sino desahogada, sí al menos capaz de comportar una mínima placidez a sus vidas, y que tienen una percepción indefinida de la misma. No seré yo quien venga a aguarles su fiesta, pero por experiencia propia se que ese tipo de situaciones pueden ser finitas. Tan solo los que diseñaron y pusieron en escena esta crisis tienen la completa seguridad de que no serán alcanzados por sus consecuencias, la bala nunca mata al que la dispara. Pero los demás…, los demás no tenemos garantizado nada, si acaso todo lo contrario, que no estamos a salvo.
La flexibilidad laboral que se está perpetrando contra los centenarios derechos laborales, y que el Pacto del Euro llevará a un nuevo estadio de impune salvajismo empresarial, introducirá a muchas de esas víctimas futuras en un nuevo mundo de sensaciones, de sensaciones desagradables. Puede que conozcan la sensación de inestabilidad, de inseguridad en el trabajo; puede que conozcan la sensación desalentadora de verse obligados a echar una firma en una hoja en blanco que nos tiende el jefe, como un puente entre nuestro plácido pasado y nuestro inquietante futuro. Y, si la agresión neoliberal no cesa, podrán llegar a conocer la descorazonadora sensación de comprobar la exasperante lentitud de los finales de mes: o, ¿por qué no? hasta tener que abandonar lo que un día fue un trabajo seguro y “eterno”; y verse obligados a “resetear” lo que una vez fue una vida sin indignación y comenzar una nueva llena de estupor, de desesperación y de pobreza.
Este Pacto del Euro exigirá, impondrá más flexibilidad a quien ya es un experto en flexiones, concretamente en flexiones a la altura de los riñones. Mientras quienes más tienen, quienes más fácil lo tienen, permanecen en sus tronos, rígidos, impasibles, indolentes ante el atropello de los semejantes.
En la actualidad muchas personas trabajamos para comer, pero solo para eso, si queremos darnos algún capricho como pueda ser vestir, pagar las facturas o simplemente, vivir, tendremos que ir pensando en hacer algo más que trabajar. El Pacto del Euro profundiza en esta técnica nazi de control mental de la población y pronto muchos tendremos que trabajar, no ya para comer, sino para seguir un régimen de adelgazamiento. El Pacto del Euro hará que ese revolucionario invento para la subsistencia denominado “plato único” y que venía a reunir al primero y al segundo plato (y a veces hasta el postre), quede obsoleto rápidamente, pues impondrá, sin duda, el “plato único 2.0″ que vendrá a sustituir al primero y segundo platos de toda la familia: plato único por familia. Atisbo un el horizonte muy cercano el “plato único 3.0″, el plato único por familia y día.
A tiempo están las víctimas futuras de unirse al clamor del pueblo, toda ayuda es poca para luchar contra una élite que nos cree de su propiedad.
Puede que solo sean impresiones mías, pero creo que si alguna vez fueron dueños de nuestro pasado, no debemos permitir que lo sean también de nuestro futuro.
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