Resulta chocante comprobar lo alejadas que quedan las palabras de los hechos. Todos nuestros dirigentes coinciden en afirmar que el principal problema con el que nos enfrentamos es el paro, no obstante todas sus acciones distan mucho de dirigirse a donde indican sus palabras, ya que todos sus esfuerzos, al menos hasta ahora, se han encaminado a la reducción del déficit a fuerza de ir desmantelando todas las estructuras públicas que sustentan y procuran el "estado del bienestar".
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Escuchamos constatemente su cantinela, "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades", cuando lo cierto es que la situación en la que nos encontramos solo responde a la incapacidad de nuestros administradores para gestionar los recursos de un modo adecuado, en el mejor de los casos, o al expolio manifiesto de los mismos, en más de una deplorable ocasión.
La evidencia indica que el déficit es un pretexto perfecto para que las élites económicas, en clara conniviencia con la casta política, acaben implantando un modelo socioeconómico ultraliberal en donde el peso de lo público quede reducido a la mínima expresión.
No obstante, a pesar de que el objetivo es claro, cada partido de la derecha afronta el reto de un modo particular, así el PP madrileño de Esperanza Aguirre opta por aumentar las horas de trabajo a sus funcionarios, mientras que los conservadores catalanes de CiU optan por todo lo contrario, intentar que sus funcionarios trabajen menos para, de ese modo, ahorrar unos eurillos.
El caso es que en ambos casos la creación de empleo queda postergada ante la reducción del déficit y el demantelamiento del estado del bienestar y, por supuesto, los que cargan con el peso de la situación son las clases populares que ven como se reducen sus ingresos, como aumentan las jornadas laborales y como se reducen las prestaciones que el estado les debe prestar.
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