Los focos se encienden, suenan las fanfarrias, el presentador histriónico saluda a la concurrencia y da entrada a las rutilantes estrellas del firmamento politicomediático. Los espectadores en el paroxismo de la ansiedad aplauden a rabiar llevados por el entusiasmo. Los cañones iluminan la escalera por donde aparecerán en breves instantes los líderes.
Ya se atisban su siluetas. Ruge la concurrencia. Cesa la fanfarria y el silencio llega tras su marcha. Dos decrépitos personajes inician con parsimonia el descenso de la escalera. Los rostros de los espectadores reflejan una mezcla de asombro e incredulidad. Tras unos instantes que a muchos se les antojan horas, ambos candidatos llegan a sus atriles. El presentador, tan sorprendido como el resto, intenta articular algo ingenioso que termina quedándose en mera farfulla.
Los políticos aprietan el interruptor de sus micrófonos dispuestos a hablar. Sin maquillaje ni photoshop no son más de dos tipos normales tirando a vulgares. ¿A que se debe este baño de crudeza? El tiempo de la verdad ha llegado, los cincuenta y seis años del primero y los sesenta y uno del otro se reflejan en sus canosas barbas.
Los presentes intuyen que algo no va bien, que el guión ha cambiado, que el glamour, el ruido, la vacuidad y el cartón piedra están dando paso a una realidad diferente, radicalmente distinta y, por el aire circunspecto de los lideres, parece que trágica.
Ambos han decidido al coincidir en la entrada de los camerinos, conscientes de las circunstancias, sincerarse, contar la verdad, ser, por vez primera, honestos con los ciudadanos. Si ciudadanos. Ciudadanos y no espectadores, televidentes o consumidores como hasta hoy les han llamado. Ciudadanos.
El primero en tomar la palabra es el candidato que ha detentado durante toda la legislatura el simbólico cargo de "jefe de la oposición", que a día de hoy parece ser el mejor colocado para hacerse con la presidencia del gobierno.
- Ciudadanos, he de reconocer que la situación a la que nos enfrentamos es muy grave, gravísima. Desde la muerte del dictador el camino recorrido por nuestra sociedad no ha sido otro que el que decidieron marcarnos desde el FMI y la OCDE. Muchos pudisteis intuirlo, yo ahora os lo confirmo. De forma consciente se fueron desarrollando las estructuras legales para favorecer el bipartidismo, el capitalismo y la convergencia hacia el mercado global. Del mismo modo se legisló para fomentar el desarrollo de corporaciones privadas que, paulatinamente ,irían canibalizando los recursos y estructuras públicas.
El silencio sepulcral se ha trasladado a todos los rincones del país. La emisión simultánea en todas las cadenas televisivas del que iba a ser debate del siglo ha arrastrado a toda la población al desconcierto absoluto.
Toma la palabra el líder del partido que ha gobernado durante los últimos siete años y medio.
- Si ciudadanos. Esta es la realidad a la que de modo consciente e irresponsable os hemos conducido. Una estrategia basada en el consumo, la desafección política, la vacuidad educativa, la magnificación de lo superfluo y de lo banal que ha hecho posible que no reaccionaseis ante la evidente pérdida de derechos y libertades, de recursos, de espacios, de medios... El acomodamiento y el miedo, tal y como estaba previsto, nos ha convertido a todos en marionetas del sistema que adoptamos voluntariamente. Hoy ese sistema ha decidido que somos prescindibles.
Hace un buen rato que el presentador se sentó en la escalera junto al regidor, que las luces de colores y los flashes se apagaron. Inmóviles nadie parece respirar en sus asientos. Retoma la palabra el primer candidato.
- Nuestro nivel de endeudamiento es tal que ya no somos dueños de nada. De nada. Ni siquiera de decidir nuestro futuro. Todos nuestros bienes y recursos no llegan a cubrir los intereses de nuestra deuda. La desconfianza de los mercados hizo que tuviésemos que pagar unos intereses que crecían a la misma velocidad que nuestra deuda y sin darnos cuenta traspasamos el punto de no retorno.
-Todos los esfuerzos y sacrificios no han servido para nada. Los millones de ciudadanos sin empleo, los funcionarios despedidos, los pensionistas depauperados, la generación sin educación, los contratos basura, las jubilaciones postergadas... Nada de eso ha servido para paliar las consecuencias de aquella nefasta reforma constitucional.
La gente empezó a levantarse y a abandonar el plató. Al llegar a la calle se encontraron con que todo el mundo había salido de sus casas. Sin que nadie mediara palabra todos se encaminaron hacia el mismo lugar, la plaza.
Nadie reparó que en el plató yacían los cuerpos sin vida de los dos exlíderes que, en el único gesto de dignidad política que realizaron a lo largo de sus vidas, habían consensuado el suicidio.
Años después seguían esperando que apareciera alguien por la plaza a reclamar aquellos intereses y aquellas deudas que nos llevaron a la revolución del 15 de octubre.
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